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Va de Preciosas; en el día contra la violencia de género

Como sabéis este blog siempre o casi siempre está relacionado con cuestiones de periodismo, comunicación o educación. Pero quien me conoce sabe que el tema de la igualdad de las mujeres por condición propia, por profesión y por origen, me llega de una manera personal e inusual.

Me impacta y a veces, me marginan. Hoy,  25 de noviembre es el día de la mujer maltratada. Y no puedo evitar pensar en la cantidad de maltratos, en la cantidad de mujeres…

En Santiago del Estero, Argentina, el incesto por ejemplo es algo tan extendido en las zonas más pobres y las que no lo son tanto (los hombre se creen dueños de las mujeres de su familia) que en la Carrera de Sociología de la Universidad Nacional de Santiago del Estero hay tesis destinadas al tema. Ríos de letras, pero ningún plan de difusión, de ayuda, de concienciación. Ninguno.

En ese marco, me acordé de un artículo impactante de Elvira Lindo publicado el día del 22 de noviembre de 2009, Preciosa que así se llama el artículo. Me asustó. Porque logró recordarme todos esos casos de violencia callada, ignorada, cómplice y sobre todo traidora que se queda en la historia de algunas mujeres.

Desde que llegué a WordPress no copio un artículo, pero aquí va este.

Vale la pena sumergirse en esas sensaciones femeninas. En el pensamiento, en el orgullo, en la fortaleza y sobre todo en esa maravillosa capacidad curativa que tiene el diálogo, que tiende buscar una mano amiga…

ELVIRA LINDO

Preciosa

 22/11/2009

Las palabras pueden curar.

Hace unos años una lectora se puso en contacto conmigo con la intención de contarme su historia. Desconfío de ese tipo de relación. Lo más común es acabar decepcionando. Sería largo de explicar porque esto no me sucedió con S.

Al principio, intercambiamos varias cartas. Ella había leído una novela mía en la que aparece una criatura de la que su abuelo abusa mientras la madre está en el trabajo. Esa pequeña historia estaba inspirada en lo que me contó una persona cercana, así que a pesar del envoltorio literario había en ella detalles específicos que se repiten en los casos de abusos a niñas que mi lectora reconoció.

Buscaba a la autora de esas palabras.

Quedamos en un café. Fui con la sensación de que no debía haber ido. No es prudente entrar a saco en el corazón de un desconocido. Nunca se sabe. Allí estaba. Era, es, una mujer guapa, con una sensualidad voluntariamente borrada, una sonrisa dulce y una mirada dura.

Como suelo hacer cuando una situación me desconcierta hablé compulsivamente de asuntos triviales. Pasó una hora sin que dijéramos nada importante, salimos del bar, y me propuso llevarme a casa. No me gusta montarme en el coche de alguien que no conozco, pero tampoco sé decir que no. Aparcó cerca de casa, me miró y me dijo que se sentía decepcionada.

¿Decepcionada? Ya estamos. «Venía dispuesta a contarte lo mío y me voy igual que vine». Quise largarme. No me moví.

Allí, en el interior del coche, me contó esa historia que jamás había sido contada. La historia que su madre fingía desconocer y su familia prefería ignorar. Fue desde los cinco años hasta los quince. Diez años de terror resumidos en media hora. Yo me preguntaba por qué me había convertido en la depositaria de aquel secreto.

No era la clásica historia de una familia lumpen y no se trataba de un maltratador de mujeres: nuestro hombre era un profesional y se dedicaba exclusivamente a violar a sus dos niñas. Las marcas aún están ahí, en el pecho.

El individuo fue progresando en sus abusos siguiendo un sistema: antes de la llegada de la regla las sometía a todo menos a la penetración y las avisaba de que ésta llegaría después de que «fueran mujeres».

La niña, para que el mal trago pasara pronto, hacía lo que su padre le pedía, las palabras sucias exigidas, los movimientos requeridos; esa sumisión, que naturalmente se da en todas las niñas, es lo que acaba por hacerles creer que son cómplices de un pecado.

¿Es posible que una madre no se entere de que su marido se levanta de la cama para violar a sus hijas? Éste es el lado más turbio del asunto.

La madre. La madre de nula personalidad y escasa autoestima hace que no oye ni ve. Mi lectora tenía razón: qué fácil es apoyar causas en abstracto y qué costoso enredarse en las penas concretas. Ésa es la razón por la que las víctimas se tienen por bichos raros de los que la gente huye. Pero pasó el tiempo, a mí se me quitó el miedo y a ella se le suavizó la mirada. Hoy casi puedo decir que mantenemos una amistad distante pero sólida. Nos seguimos la pista.

Quise escribir un libro sobre ella y sobre mí, sobre esa inusual relación. No citaría nombres ni ciudades, le dije, y reproduciría parte de las cartas que ella me había escrito: nunca he conocido a nadie que describiera mejor el dolor infantil. Pero ella estaba muerta de miedo. Su padre, el violador, vive. Aunque hace años que no lo ve, sabe dónde disfruta de su vida de jubilado meapilas, de cabrón refractario al arrepentimiento.

Desde hace unos días me acuerdo intensamente de ella mientras leo una novela, Push, que causó un gran impactó en América en 1996 y que llegará pronto a España en forma de una película, Precious, que ha cosechado ya numerosos premios.

Precious es una chica de Harlem, gorda, fea, negra, pobre, y su nombre, Preciosa, es como una broma de mal gusto. Está escrita por Sapphire, una escritora que durante años dio clases de alfabetización en el Bronx. El ambiente de Push no tiene nada que ver con el ambiente social de mi lectora; sin embargo nada iguala a los seres humanos tanto como la desgracia.

El padre lumpen y el padre profesional esclavizan de la misma forma a sus niñas; de manera perversa, las hacen creer que ellas también disfrutan. Eso atormenta su mente infantil, la invade de vergüenza y culpa. La madre inválida de Harlem y la señora burguesa española hacen la vista gorda para retener a su hombre. Su silencio cómplice es el mismo.

No sé si Push es buena literatura, creo que a veces eso no importa. Es una voz poderosa, la de esa pobre muchacha que se salva gracias a la escuela de los servicios sociales y al afecto de una maestra. Yo he visto a muchas Precious en el metro: obesas, de mal humor, adolescentes que no saben cómo tratarse a sí mismas ni a sus hijos, niñas violadas, jóvenes analfabetas.

De vez en cuando se produce el milagro y alguien reconduce su vida. La vida de Precious no es la de mi lectora, pero cómo se parecen en el recuerdo de su tormento infantil. Las dos, como tantas niñas, aprendieron a desdoblarse mientras el padre las violaba.

Mientras el monstruo perpetraba su delito, ellas se concentraban en una canción cursi, de esas que cantan las niñas con otras niñas, y volaban lejos, muy lejos de aquella cama.

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El peor país del mundo para ser mujer, joven y trabajadora

Estos días, con motivo del día de la mujer, las diferentes cadenas españolas se pusieron en situación y comenzaron a programar. En un canal emitieron un documental sobre la situación de la mujer en la India. Los abortos de fetos femeninos, la pobreza, el rechazo social. No había pasado una semana desde que emitieron otro documental que denunciaba también la situación de la mujer en China. Donde las parejas que sólo pueden tener un hijo, quieren varones. Y pesar de la terrible situación en ambos países y en otros, no puedo dejar de pensar en que el peor lugar del mundo para ser hoy mujer, joven y trabajadora es, sin embargo, Ciudad Juárez.

Ciudad Juárez es el ícono de la ofensa más grave la violencia hacia las mujeres. Un lugar de crímenes impune a los ojos del mundo. Se calcula que más de mil mujeres han sido asesinadas hasta ahora sin que nadie haya levantado un dedo para protegerlas.

Después de años de impunidad, de descontrol y violencia acallada (la situación del periodismo en esa ciudad también está denunciada) el Estado de México será juzgado el mes que viene ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por la impunidad, la falta de investigación y de actuación frente a los asesinatos de mujeres que se cometieron en Ciudad Juárez en la última década. El juicio será en Santiago de Chile entre el 27 y el 30 de abril.

Las mujeres asesinadas eran jóvenes y trabajadoras. Mujeres anónimas cuya desaparición sus familias no denuncian por temor. Las mujeres son secuestradas, torturadas, violadas y sus cuerpos muchas veces, ni siquiera aparece. Los asesinatos o desapariciones no se investigan, no se recogen pruebas y las pruebas que pueden recabarse se pierden o son manipuladas. Los casos no son correctamente investigados, ni registrados por la policía. Una situación que todos conocen en el país pero que nadie soluciona. El presidente de México por ejemplo Felipe Calderón Hinojosa, admite que más de la mitad de la policía «no es recomendable». Y es que no es necesario que él lo admita, las más de mil mujeres violadas, torturadas y asesinadas sin que se detuviera a un solo sospechoso son la prueba más contundente de la falta de interés, de conciencia social, de responsabilidad, de humanidad de la policía y de la sociedad mexicana.

El impacto de un asesinato, lo sabemos todos no es lo mismo si son mujeres humildes, la sociedad no reacciona igual… ¿Qué hubiera pasado si todas esas chicas hubieran sido niñas de colegio de pago?

Tanto es así que el informe «Muertes intolerables. Diez años de desapariciones y asesinatos en Ciudad Juárez y Chihuahua«, que Amnistía Internacional presentó el 11 de agosto de 2003 en Ciudad Juárez y la Ciudad de México fue primero rechazado y luego, ignorado. Pero finalmente y gracias a la gran campaña solitaria de personas como Diana Washington o de la Asociación Hijas de Regreso a Casa se solicitará a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que se declare la «responsabilidad internacional» del Estado mexicano «por la impunidad, la falta de investigación, el feminicidio y la violencia de género» en Ciudad Juárez.

¿Cuál es la responsabilidad internacional frente a situaciones concretas de gran injusticia, de muerte y dolor como la inmigración africana en pateras a España?

El descontrol de la justicia en el estado mexicano de Chihuahua abruma: secuestros a empresarios, cierre de negocios, extorsiones a ciudadanos, asaltos a mano armada, desapariciones de mujeres, ejecuciones del crimen organizado y el pago de impuestos.

En el día de la mujer no puedo más que pensar en todas esas mujeres muertas a manos de esos hombres que día a día siguen acechando impunes a otras tantas más. En la situación de estas mujeres totalmente indefensas en manos de sus vecinos, de sus jefes, de sus compañeros…

Más información en:

El feminicidio de Ciudad Juárez lleva a México ante la justicia iberoamericana por falta de actuación«, Europapress.

Cosecha de mujeres«. Al Margen.

Las muertas de Juarez

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