Pequeños actos de corrupción femenina en Aerolíneas Argentinas

Cuando los bloggers se quejan de que en otros blogs siempre encuentran quejas, miro con cara de «ah, pues en el mío, no… y me quedo tan ancha». Eso era hasta hoy.  Sí, estoy hasta el moño de aguantarme las pequeñas rabietas; además, y si en tu blog no vas a poder escribir lo que quieras, apaga y vamos no ¿No? La historia es la siguiente.

Aerolíneas (sí, sí, Aerolíneas Argentinas) suspende mi vuelo desde Santiago de Chile (ha pasado ya una semana pero el cabreo me dura), pero acertada y diligentemente, me compra uno de LAN y me manda a Buenos s Aires varias horas antes de lo previsto para que realice una conexión hacia Córdoba (Argentina)… Ahá. Hasta ahí, bien. El vuelo de LAN llega a las 12 y el de Aerolíneas está previsto para las 19 hs.

Decido apuntarme en la lista de espera del vuelo a Córdoba de Aerolíneas de las 16:32 (del 19/01). Me dicen que tengo que esperar a ver si queda lugar o no, normal. Voy, espero a que suba todo el mundo, y un señor muy majo me dice ¿Lista de espera? – Sí, le contesto… Y ahí nos quedamos, haciéndonos miradas cómplices para saber si logramos subir o no. Él está antes que yo.

Más tarde, mientras las empleadas de Aerolíneas (al menos tres) buscaban a los pasajeros que faltaban, y esperaban a los que venían en conexión, aparecen otras dos nuevas pasajeras en lista de espera…Supuestas pasajeras. Pero me mosqueé cuando le digo a una… (que llega corriendo sin saber cuál era la puerta) ¿Estás en lista de espera? Ella contesta NO. Entonces, le digo, entonces, pasá. Pero las empleadas sin decirle nada, la dejan allí. Me mosqueo, claro… Qué mal la tratan, me digo.

Pasan minutos eternos y deciden que el pasajero GÓMEZ (oooosooo no soy yo), José Gómez, pase. Después llegan los pasajeros de conexión y una de las empleadas dice: «CHICAS, el vuelo está lleno. Ya se pueden ir». Yo me quedo más mosca aún por lo de «chicas» tan extraño en Argentina donde a la gente no se le trata con esa familiaridad, y porque las desconocidas empiezan a mirarse entre sí, y desde luego, no se mueven. Y yo, tampoco.

Finalmente, otra de las «aeromozas» como se dice en Argentina, ya como ve que no me muevo del mostrar, se acerca sospechosamente amable, me dice que «me lleva» a hacer el check in en el siguiente vuelo, el de las 19. Le contesto que son las 16:20 y que no, que me quedo ahí porque ya tendré tiempo para hacerlo…Ya hasta el moño de mí, que no me voy, deciden no disimular más. Se cae el telón y las supuestas pasajeras entran al avión riéndose ante la mirada de las demás empleadas. Pregunto qué pasa y me mienten: ERAN PASAJERAS DE CONEXIÓN ¿Qué? Eso fue el colmo. Tenía que aguantar la obra de teatro, la farsa y además, como explicación, ¿otra mentira?

Voy al mostrador central para pedir el libro de reclamaciones y ahí va, otra sorpresa: el libro no está. Está en la planta de de abajo, dos pisos más abajo. Hay que salir de donde uno está, pasando todos los controles hasta donde están los pasajeros que acaban de bajar del avión, y volver a pasar ooootra vez el control policial para buscar el local de Aerolíneas donde está el dichoso libro de quejas. Así, si es un arranque de bronca, seguro que no lo hacés.

Entonces si te quieres hacer la loca quejándote, tenés que pasar tres controles policiales (que ya pasaste antes) aun así, obviamente, voy. El del control policial se ríe y me dice: «vos ya pasaste no?», sí contesto, fui a poner una queja y hay que salir del aeropuerto prácticamente para hacerlo…Me mira y me dice: «Hiciste bien»

Total que hago el periplo por todo el aeropuerto, llego a la oficina y la empleada me pide que espere porque está con otro caso. Pasan veinte minutos, treinta, y cuando veo a un señor con pinta de «comisario de vuelo» se lo suelto… Ante las preguntas que él me hace, me sorprende la empleada (supuestamente ocupada todavía) que se vuelve para responder al comisario: «no ella, tenía el vuelo confirmado para las 19 hs.» Sabía perfectamente mi caso; sabía quién era y desde luego si por ella era, me iba quedar allí, hasta el juicio final. Por suerte, dí con este señor que me confirmó el orden de la lista de espera para el vuelo en el que estaba (había sólo tres lugares libres en el avión):
1. GOMEZ, JOSÉ.

2. GOMEZ, MARIELA

3. EMPLEADA CAMUFLADA 1

4. EMPLEADA CAMUFLADA 2

 Entonces reflexiona y me dice, justificando a las supuestas pasajeras: «Bueno…, es que estas chicas son empleadas y ellas NO necesitan hacer cola, ni estar en lista de espera porque no ocupan un asiento» Yo, pienso ¿No? ¿Irán de pie?, pero bueno, eso no era lo importante, le comenté ¿Por qué la farsa? ¿Por qué el show? Si se conocían y habían planificado un viajecito entre colegas a Córdoba con ese piloto (no podían esperar el siguiente vuelo como yo), lo podrían haber comentado desde principio y yo me iba sin problemas.  Me molestó el engaño, la confabulación, la pequeña corrupción de todas las demás empleadas, no era una ni dos engañando, sabiendo que hacían mal: eran cinco, seis!

Les dije en el libro de quejas (seguro que lo están releyendo todavía) que lo que me parecía más doloroso de «la obra de teatro», es que fuera una representación femenina, ¿cinco o seis empleados (hombres) lo abrían hecho también? No sé. Ahí queda; quizás no sea para tanto pero aquí está y me he quedado tan gusto escribiendo la historia letra a letra en el blog porque creo que son esos pequeños actos de corrupción femenina los que nos hace peor empleadas, peores argentinas, peores mujeres.

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Un comentario

  1. Vaya, vaya, ya veo que no soy la única que sufre injusticias, ¿eh? En fin, yo también creo que está bien hacerlas públicas, para que veamos la realidad y no aquello que nos venden la propaganda y la publicidad. Besos.

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