Hace poco encontré a un amigo de esos que reniegan de las redes sociales y le dije: “¡…pero si tienes cuenta en Facebook!”. Me sorprendió renegando un poco más y diciéndome: “ Es que me han obligado a abrirla para participar en un seminario del doctorado”… Me reí.
“Sí, sí…” Sigue: “…ahora la gente ya no te dá su tarjeta sino que te dice buscame en Facebook! Y claro no me ha quedado otra que sacar una cuenta”.
Mi amigo no tiene todavía treinta años y con su flamante cuenta en Facebook todavía no sabe qué es eso de “etiquetar”. “Como a una lata de arvejas (guisantes, en España)?”, Me pregunta. Y mientras me dice eso, yo recibo el correo de mis alumnos en la UOC que no han tardado ni una semana en entrar al campus presentarse, manejar todas las herramientas, bucear en el material y crear un grupo en Facebook: para ir más rápido!, Me dicen.
En ese momento me acuerdo con cierta nostalgia de ese ex-colega de trabajo que cada vez que nos encontramos insiste: “Mariela esto de las redes no funciona, no lo veo”. Yo claro, no intento convencerle. Mientras él se resiste los demás construimos listas de herramientas de análisis, combinamos datos, hacemos búsquedas desde diferentes IPs para que el listillo de Google no nos “lea” las intenciones. Aprendemos, corremos al ritmo de Internet.
Alejandro Piscitelli, que es la única persona que conozco que habla casi a la velocidad que piensa, ya no los advirtió: “El Profesor es una las de las P que va a desaparecer”. Yo pienso en su conferencia, en su teoría, en su proyecto en la UBA. También en mis alumnos de la Unizar y en sus prácticas de Fotoperiodismo recién subidas a Picasa.
Escribo tranquila amparada en el “ambient awareness«, eso que los expertos definen como “la sensación de estar acompañados” y rodeada de los “lazos débiles” de las redes sociales que comparto. Conectada.
Así se llama: Conectado, el libro de científico norteamericano James Fowler, que junto a Nicholas A. Christakis analizó en 2007 millones de datos médicos de los habitantes de Framingham, en Massachusetts (Estados Unidos) y al hacerlo se encontraron un cierto “contagio” no sólo de enfermedades, sino también de costumbres, de ideas entre las redes de amigos, de conocidos. Teoría que ahora se aplica a la red. El libro es de la editorial Taurus pero no necesito leerlo (que lo haré) para saber es así; que estamos “acompañados” y “conectados” construyendo una educación paralela en la red, una política paralela, una relación laboral, una relación de amistad, una nueva administración, una nueva comunicación.